La Gran manzana

Todo es envolvente en la Gran manzana, desde el suelo hasta el cielo, a piso llano el incesante tráfico de personas, camiones, buses, coches, carritos de comida rápida... A la altura de la vista escaparates, rótulos, señalizaciones en cada esquina, entradas de edificios dignas de contemplar...  Y hacia el cielo gigantes de acero, hierro y cristal; no se sabe si te abrazan, te desafían o te  contemplan. Por eso cuando pasas por zonas como el Bryant Park es bueno tomar aire, relajar todos los sentidos y dejarte llevar un rato sentado en cualquiera de las innumerables mesas y sillas que hay libres,  tan solo observando el movimiento de los neoyorquinos, tomando un respiro, un café, un refresco y dejando fluir libremente el  tiempo que como esta ciudad nunca se detiene.


Y si te apetece acercarte al cielo tienes numerosas opciones de hacerlo, todas buenas. Desde arriba la gran manzana parece paralizarse, apenas se detecta el movimiento y sus plásticas se convierten en pinceladas desiguales, líneas, ángulos y formas diversas, un enorme lienzo de geometrías, una dama en cuyo vientre se hace paso la vida incesante.

Y al finalizar la tarde, vuelvo a volar a San Francisco.



Nuestras guías Silvia e Isabel





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