New York, New York


Uno no puede estar en Nueva York sin recorrer parte del Central Park, 4 km de largo por 800 m de ancho. Accedemos frente al Dakota Building, un pedacito del parque qué se dejó como recuerdo del gran John Lennon, asesinado en la misma puerta del edificio. Cruzamos este gran pulmón de Manhattan, fresco, verde, activo, cuasi silencioso, amortiguador del mundanal ruido.

Descendemos hasta la calle 42 para entrar en la Gran Central Terminal, otro de esos lugares que te impresiona siempre al entrar, un trajín incesante de pasajeros, un vestíbulo gigante con ventanales de luz natural y un techo aguamarina subrayando su ya de por sí bonita imagen.


Desde allí nos acercamos a la sede de las Naciones Unidas, para luego cruzar de punta a punta hacia Chelsea Market, otro de esos lugares que no debe dejar de verse en Nueva York, antigua fábrica de galletas Oreo convertida en mercado con numerosas cafeterías, tiendas y bares para degustar desde un crepe a un marisco. Y todo en un entorno que mantiene el aire industrial, con techos altos paredes de ladrillo visto y cañerías, además está al lado de la "High Line", un parque lineal elevado, construido sobre una antigua vía ferroviaria  y cuyo recorrido de unos dos kilómetros es aconsejable. Un paseo entre plantas, bancos y unas maravillosas vistas desde Chelsea a Hudson Yards, un novísimo complejo urbanístico al lado del río Hudson, que, como casi todo en Nueva York, te llena de asombro.

Todo sigue siendo grande, todo sigue siendo enorme, cuánto más la veo más me parece que me queda por ver y más me asombra.












 


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